jueves, 9 de octubre de 2025

Para Ana

Hola Ana, espero que estés bien. Te escribo porque, aunque ha pasado un tiempo desde nuestra última conversación, he estado recordando lo importante que fue tu amistad para mí y todo lo que me acompañaste cuando las cosas se estaban yendo al carajo. Sé que en su momento tuvimos desacuerdos y yo fui quien tomó distancia, pero ahora veo que sin importar las formas, siempre actuaste con la mejor de las intenciones. Hoy estoy en una etapa muy buena, intentando construir algo con alguien increíble en mi vida, pero también me he dado cuenta de que extraño tu compañía y nuestra amistad.

No te escribo porque me sienta mal o porque algo esté fallando, o porque me sienta solo, o porque esté aburrido (extrañamente siento que estoy en una de las mejores épocas de mi vida en esos aspectos), sino simplemente para agradecerte por el tiempo en que estuviste ahí y para decirte que, si en algún momento sientes que vale la pena reconectar, aquí estoy con la mejor intención. No espero que todo sea como antes, solo quería que supieras que valoro lo que compartimos y te deseo lo mejor.

sábado, 4 de octubre de 2025

En definitiva, la universidad no es para todos.

En el año 1996 nuestro querido Jaime Garzón nos enseñó algo sobre la universidad:  
Desde el principio, se trataba de un lugar que nos permitía alcanzar la universalidad del conocimiento, un lugar para compartir y aprender a aprender. Hasta que llegaron los profesores.

Nunca creí en estas palabras hasta que la experiencia me lo demostró de facto.

Estudié arquitectura en una pequeña universidad de mi país. Fui un estudiante brillante mientras duró mi proceso como aprendiz, y sobre todo, aproveché mi tiempo quemando pestañas en todos los libros a los que tenía acceso en la biblioteca de la facultad, en charlas que duraban horas sobre las experiencias de mis profesores, y estudiando obras de arquitectos famosos y geniales, Recuerdo una vez, incluso, que tuve el descaro de quedarme tomando mate en la cafetería con un Argentino, mientras mi profesor de taller (para los que conozcan de esto, la materia central de arquitectura) revisaba maquetas, a unos tantos centímetros de mi.

En mi carrera había una chica que se convirtió en su momento en mi mejor amiga. Su nombre es Melissa. Juro por Dios que merece por sus esfuerzos el haberse graduado con todos los honores posibles. A su lado, siempre fui menos que un mediocre.

No, Nunca logré pasar un solo semestre sin perder una materia o dos, ella era simplemente excelente. Algunos años después, tuve _la mejor victoria pírrica de mi vida_ cuando esa misma facultad decidió no volver a aceptarme para el semestre siguiente, un semestre después, ella era una _summa cum laude_ .

Sin embargo, no la celebro como alguien más notable por sus logros, sino como la otra cara de la moneda, una excelente persona por la que aún guardo un cariño infinito, y quien representa esa ruta impecable: la del esfuerzo recto y la excelencia reconocida.

Yo, en cambio, represento otra ruta, más sinuosa y llena de tropiezos. Y celebro mucho más a los mediocres notables (tal vez porque me siento parte del grupo), aquellos que se atrevieron a pensar y a desarrollarse profesionalmente por su cuenta.

Porque ser mediocre en la universidad no significa ser mediocre en la vida. La mediocridad, en mi caso, no fue un signo de incapacidad, sino un espejo incómodo que me obligó a buscar otras formas de crecer, a inventarme un camino propio cuando la institución parecía negármelo.

Ahí descubrí que el verdadero valor de la universidad no estaba en las notas ni en los semestres aprobados sin tropiezos, sino en la chispa de curiosidad que encendió en mí, en la tenacidad que me enseñó y en la posibilidad de crear un pensamiento crítico frente a lo que parecía incuestionable.

Hoy, mientras Melissa brilla con sus títulos y logros merecidos, yo también brillo a mi manera: ya no con escuadra y compás, sino con algoritmos y código.

En lugar de pasar noches enteras frente a planos y Autocad, ahora paso mis días entre Python, cuadernos de machine learning y un IDE que se ha vuelto mi nuevo taller. No diseño edificios, pero construyo sistemas, modelos y estructuras invisibles que, de algún modo, también dan forma al mundo.

Esa “victoria pírrica” de la que hablé fue la semilla de mi presente. Me enseñó que la universidad no garantiza nada, que el conocimiento verdadero no termina en un diploma, y que lo más importante que uno puede sacar de ella es la certeza de que el aprendizaje nunca acaba.

La universidad, como institución, nunca es para todos lo mismo. Para algunos, como Melissa, fue el camino hacia el reconocimiento académico, la disciplina y un ascensor social que reconoce (y mucho menos de lo que debería) a quienes se esfuerzan para alcanzar sus metas. Para otros, como yo, una prueba de resistencia, un espacio para buscar charlas interesantes que dejaban a los deberes en el triste punto de la mediocridad —esa palabra que muchos temen—.

Y quizás ahí está el verdadero secreto: la universidad no es un fin en sí mismo, sino un tránsito. Un puente que puede ser más corto o más largo, más recto o más tortuoso, pero nunca definitivo. No se trata de ganar medallas ni de coleccionar diplomas, sino de encontrar esa chispa que nos obliga a seguir preguntando, a seguir explorando y a no conformarnos con respuestas fáciles.

En un mundo que cambia a velocidades que ninguna malla curricular alcanza, lo único que permanece es la capacidad de aprender y desaprender, de rehacerse y reinventarse tantas veces como haga falta.

Por eso, cuando pienso en Melissa y en mí, no veo vencedores ni vencidos, no veo brillantez contra mediocridad: veo dos rutas distintas hacia un mismo destino inacabado, el de mantenernos vivos en el conocimiento.

La universidad, al final, me regaló lo que Garzón dijo con tanta lucidez: la oportunidad de aprender a aprender. Y esa, creo yo, es la única victoria que nunca será pírrica.

Porque la universidad, más allá de todo, es una excusa para iniciar un viaje que nunca termina: el de aprender a ser, a pensar y a crear.  
Y en ese viaje, tanto los brillantes como los mediocres notables tenemos un lugar.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Lecciones... hasta mis 33.

 Hola! Soy Juan José, un ingeniero de datos que vive en Bogotá en los últimos días de 2022. Escribo ya que mi gran amigo Pablo, escribió esta entrada en su blog personal y creo que es una buena oportunidad para compartir lo que he aprendido en lo que va de mi vida, sobre... bueno, la vida, el emprendimiento, el mundo, y alguna otra cosita que me parezca interesante.

Para esto, dividiré la presente entrega en 4 partes, una por dia, hasta el 30 de diciembre, divididas tal como lo acabo de plantear.


1.  La Vida

2. El Emprendimiento

3. El Mundo

4. Alguna otra cosita que me parezca interesante.

sábado, 23 de julio de 2016

Luthien II

No se si a estas alturas valga de algo prometer mi presencia y prometer perdonarte y nunca juzgar sin importar que, pero mientras el tiempo pasa mis palabras cada vez son menos elegantes y cada vez mas llenas de ese algo que siempre tuve para ti, desde el primer momento.

Creo que en estos momentos la simple sensación es indescriptible; es lo poco que atino a escribir cuando trato de definir estos tiempos que como entenderás, llevan a sus cuestas la completa ausencia de mis palabras durante estos largos y tortuosos meses en los que no ha existido sino soledad en medio de la algarabía.

No sabes lo que es pensar cada noche y pedir a ese Dios que todo lo ve, que me de tal vez algún día el chance de estar contigo, que me tal vez una posibilidad remota, un aliento o un pequeño atisbo del cariño que en algún momento pensé llegarías a tenerme.

Soy un terco, y por mas que me diste razones para alejarme nunca las acepté, y quiero que entiendas desde ahora que siempre ha existido una razón que está por encima de mi eterna obstinación, una razón para acercarme de un modo en el que nunca lo hubiera hecho con nadie más, una razón para esperarte  y mantener sin tormentas un puerto al que puedas regresar, una razón que quizás con el tiempo entiendas y aceptes con la misma certeza de quien lo ha visto todo

Te confieso en algún momento llegué a pensar que nos vendían amor como una esperanza imposible, como un sueño inexistente, llegué a darme cuenta que ninguna persona jamás ama realmente a nadie, ninguna persona da nada por nadie, ninguna persona entrega por nadie, nadie sueña con nadie, nadie lucha por alguien. y entonces te recordé, y aunque no llegué a ver al final del túnel tu luz, vi la mía propia, y sobre las paredes del túnel tu sombra, y entonces comprendí que esa vaina del amor si existe, y que nunca se trató de recibirlo de tu parte, sino de estar siempre dispuesto, siempre atento, siempre disponible para cuando llegues y me pidas que olvide tu ausencia.

Mujer, solo si llegas a leer estas palabras te digo:

En ti llegué a encontrar mi hogar, y ahora, después de tantos años y de tanta espera, ya no puedo imaginar mi futuro sin ti a mi lado.

Búscame, o en algunas lunas volveré a buscarte
En el mismo pozo, en la misma fecha en la que te conocí, una y mil veces, el resto de mi vida.

martes, 13 de enero de 2015

Luthien

Cuando tus silencios, mas hirientes que tus palabras cubiertas en hiel se cruzan con la miel de tus suspiros y tus sueños niños, no logro hacer más que esperar detrás de los cristales de mis lentes empañados por el frio, por una resolución completa, vasta y entrecruzada entre nuestras vidas y nuestros caminos.

Espero una respuesta, una resolución cualquiera, un instante de emotividad que desate nuestros posibles futuros para elegirnos en uno solo. en un abrazo eterno, o en un adiós definitivo.

Si te hablo de corazón, estoy totalmente agotado de tus pruebas insensatas. y tu, dueña de esos ojos solo tuyos, miras con desprecio mis esfuerzos al mismo instante que entregas pequeñas migajas de esperanza por el camino.

Si te hablo de corazón, estoy a punto de rendirme a tus caprichos, y despedirme de ti para siempre, o de lanzarme al abismo de tus brazos de miel, seda y letras y llamarme a mi mismo tu amante perenne.

Todo, absolutamente todo, depende de tus próximas palabras.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Killari, Sombra.

Y que tal si te ofrezco mi presencia cercana a ti una tarde, una taza de te, mi calor cercándote con mis brazos frente a la imagen deslumbrante de las cúpulas y el caminar entre techos antiguos y silbidos y tarareos y cantos y ensueños, y tu, con tu cuerpo desnudo, sirviendo de lugar de reposo para mis suspiros y deseos nacidos de lo visto y no visto, de lo pensado y deseado, y de aquellos tres días completos y sinceros como ningún otro, bajo la lluvia otoñal?

Te espero, aquí, en mi fortaleza de palabras polvorientas, y espero tus palabras niñas y tiernas, tanto como siempre o como nunca, y que me digas, en esta tierra de muertos y vivos, de tus ancianos y de mis niños recuerdos, que esta vez, si vendrás para poder bailar, al fin, como nunca hemos hecho.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Sinsajo

Siempre dirán que con los años cambiamos, que nuestros ojos miran al mundo de distinto color mientras pasan los días: mientras ganamos, perdemos, llegamos al abismo, y volvemos a alzarnos gloriosos... Pero a mi, me pasa todo lo contrario cuando pienso en aquella mujer, cuando pienso en cuanto la extraño, y en aquellas tardes niñas que aunque muy pocas, he pasado a su lado. cuando pienso en la desdicha que me causa despertar todos los días, lejos de aquel sueño en que la veo frente a mi con esa bufanda puesta, como en ese primer viaje que nos marco e hizo sonreír con tanta dicha. 

La recuerdo en esa mañana soleada, con su sonrisa y su cabello extraño y oscuro, del mismo modo en el que me recuerdo esa noche, abrazando y sintiendo el calor de sus brazos bajo el sol de la ciudad que se quedó inmortalizada para siempre en mi corazón.

Porque si, la recuerdo en ese preciso instante, rodeando con mis brazos y acercando su silueta a mi. justo bajo ese farol en el que me contuve a besar sus labios en aquella ocasión.

Siempre dirán que con los años cambiamos, que nuestros ojos miran al mundo de un distinto color mientras pasan los días. pero yo, no quiero que mis ojos la miren de otro color. porque cada instante, cada rayo de sol y viento gélido a su lado, han quedado, sin quererlo, grabados en mi para siempre.

y su recuerdo siempre me hace sonreír.

Para Ana

Hola Ana, espero que estés bien. Te escribo porque, aunque ha pasado un tiempo desde nuestra última conversación, he estado recordando lo im...