sábado, 19 de abril de 2014

Un café contigo en París, o en cualquier lugar del mundo, incluso sin café.

Esta es una de esas noches en las que escribo porque estoy muerto, muerto de verdad, porque murió la ilusión que sentí de haber vivido entre tus letras como tu vives en las mías.

Dime, es que acaso nunca he merecido el afán de tus manos en engalanar con tintas de mil aromas las paginas en las que pones por estas épocas cada año, esos pensamientos que depositas? si, porque se que me piensas en ocasiones, y a veces, cuando tus manos recorren tus labios, recuerdas la sensación de los míos sobre esa piel que solo pocos hemos tocado en cuerpo y espíritu.

Hay un problema, Yo no se amarte en silencio, porque amo incluso lo que llegué a odiar de ti, amo tu oscuridad del mismo modo en como tu amaste mis demonios, amo tus pechos, tu piel tatuada con mi simbolo, amo tus antojos indecentes y espontáneos, tus miradas llenas de odio, tu desnudez, tu lascivia, tus letras y tus palabras, tus anteojos, el café de tus ojos que me encierra en el vacío, tu normalidad tan anormal, tus momentos de pánico, tus compañías, tus soledades, tus embrujes, tus caminares cotidianos, tus colores, tus aromas, todos los destinos de tu boca, todos los caminos de mis besos... amo tantas cosas de ti, que si esperas que este escrito acabe alguna vez, tendrás que callar mis manos con todos tus labios.

Después de todo, tu y yo estamos destinados a perseguir locuras, no a arrepentirnos de ellas.


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